martes, 20 de enero de 2015

Onésimo Cepeda debería ser Procurador General de la República



Escrito por Lic Gerardo Fernández Noroña

La declaración hecha por Onésimo Cepeda “si están desaparecidos, están desaparecidos”, supera con mucho el “estoy cansado” del procurador Murillo Karam

Hace ver como un bobo a Servitje con su “se ha sobredimensionado”. Parece un niño de párvulos Peña Nieto cuando dice de que se dé vuelta la hoja, todas declaraciones (hay que señalarlo por si alguien no se ha dado cuenta) se dan en torno a la desaparición hace casi cuatro meses de 43 normalistas de Ayotzinapa.
Si yo fuera creyente, el ver la cara angelical de Onésimo Cepeda, declarando lo que dijo, de seguro me reconfortaría. ¡Cuánta delicadeza, cuánto amor al prójimo y humanismo se desprenden de su comentario! Los creyentes deben sentirse sumamente orgullosos de que un tipo como Onésimo Cepeda sea un ínclito representante de Dios sobre la tierra.

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A Cepeda no puedo preguntarle si tiene hijos porque seguro debe ser un destacadísimo exponente del celibato. Es una bonita tradición de no pocos curas mexicanos que ellos no tienen hijos, “tienen sobrinos”. Pero tampoco preguntaría a Onésimo Cepeda que si el desaparecido fuera “sobrino” suyo expresaría igual, de forma tan despectiva, que si lo desaparecieron, lo desaparecieron.
Porque en el caso de Onésimo Cepeda está acreditado hace mucho tiempo, su amor al dinero, al poder, al lujo, a los privilegios, al despilfarro, a las francachelas con los gobernantes del Estado de México en turno y con los políticos del momento.
Por su mesa han pasado desde Carlos Hank González hasta Arturo Montiel, tío corruptísimo e impune de Enrique Peña Nieto y su padrino político, por cierto. Ha departido con Carlos Salinas , con el propio Peña y con el actual gobernador Eruviel Ávila, sólo por citar a algunos de sus comensales. Todos ellos son sus amigos, y muchos su compadres, quienes deben ser seguramente, los padrinos de sus “sobrinos”. Por otra parte, o como parte de lo mismo, desde hace mucho tiempo ha quedado acreditado el desprecio que Onésimo tiene por a la vida del pueblo, cuyas almas dice conducir o al menos lo pretende.
Sólo para que quede clara la prepotencia y la decisión política que toma Onésimo Cepeda al ponerse del lado del crimen de estado, con sus declaraciones, le corrige la plana nada menos que a su jefe político, al Papa Francisco. Éste último exige justicia para los normalistas desaparecidos, Onésimo les exige silencio a los padres de los normalistas desaparecidos. Con su implacable lógica suelta ese axioma indiscutible: si están desaparecidos están desaparecidos. Sólo le faltó añadir que en un país injusto como el nuestro, exigir justicia por un crimen de estado es además de una ingenuidad, una verdadera monserga para quienes son como él y para quienes con él comparten su mesa. Exigir justicia es un lujo al que los pobres no tienen derecho, según expresó Cepeda, el distinguido obispo de Ecatepec. Sus declaraciones y las de otro supuesto jerarca religioso que tiene apellido de tienda de autoservicios, se dan en un contexto de una creciente ofensiva contra los padres de los normalistas desaparecidos.
También se dan en un momento en que se presentan manifestaciones –sobre todo de jóvenes universitarios, a los lugares a que Peña acude y que son invariablemente reprimidas.
Cada vez es más descarado el tono prepotente con que actores políticos vinculados al poder en turno pretenden decirle a los padres de los normalistas que las vidas de sus hijos no valen, que ellos no tienen derecho a exigir justicia, que su indignación no merece ser atendida.
El horror del baño de sangre que vive el país para quienes detentan el poder no existe. El desempleo, los salarios miserables, la súper explotación al pueblo trabajador, para ellos son “la normalidad” que el pueblo debe vivir y tolerar.
La corrupción, el engaño, la impunidad, el crimen, las masacres, la persecución, la desaparición, los presos políticos, son para los poderosos hechos razonables a los que el pueblo debe acostumbrarse, debe vivir, sufrir y morir con ellos. Está claro que para los que ponen las reglas un buen pueblo es el que sufre en silencio y sin reclamo alguno todo tipo de vejaciones, injusticias y atropellos y, toda la barbarie que se les ocurra a lo que desgobiernan el país
Onésimo Cepeda, hoy como nunca, es un vocero fiel del poder del que Enrique Peña Nieto y él mismo, son simples lacayos.
Detrás de ellos están los verdaderos poderosos, un puñado de mexicanos y un puñado de extranjeros, que acumulan inmensas riquezas, y que en números gruesos representan el 1% de la población que se apropia del 90% de los ingresos del país y del mundo. Ellos son los que quieren que no se les distraiga de sus negocios y que no se generen reclamos que bajen sus ventas y sus dividendos.
Parece que ya se cansaron, más que Murillo Karam, de que el pueblo no se resigne a ser desaparecido, ni a ser masacrado, ni a ser burlado de manera cruel y despiadada.
Pero los Onésimo Cepeda, los Servitjes, los Chedraui, los Murillo, los Peña, los empresarios de Guerrero, los clasistas, los racistas y los fascistas, que todos en uno son lo mismo, tendrán que aprender la dura lección de que el pueblo ya se hartó de ellos.
Llegó la hora de ponerle un alto definitivo a tanta insolencia, a tanta prepotencia y a tan poca humanidad de quienes han conducido los destinos políticos, económicos y hasta religiosos del país.
Llegó la hora del pueblo y no se quieren enterar. Pero que se preparen, pues sus enojos ante un “pueblo respondón” apenas comienzan. Serán testigos, primero coléricos, luego angustiados y finalmente empavorecidos con la profunda transformación del país en pro de la igualdad, la libertad y la justicia. El pueblo tiene hambre y sed de justicia y Onésimo ofrece vinagre. Pobre Onésimo, es tan pobre que sólo dinero tiene. Bueno, también tiene amigos como los ya citados, y con quienes, seguramente, compartirá celda en el reino de la tierra justa.
“El pueblo tiene derecho a vivir y a ser feliz”.
Lic Gerardo Fernández Noroña. México D.F. a 20 de enero de 2015


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